El inicio típico para recorrer el interior de la isla es por las escaleras que ascienden en zig zag la abrupta colina, al sur del pueblo. Su color blanco las hace fácilmente reconocibles. Se recomienda iniciar el periplo a primera hora de la mañana, ya que los empinados escalones se pueden hacer interminables y si se afronta a última hora de la tarde, nos podemos quedar sin luz para el regreso, según la ruta que se tome.
En la parte superior de las escaleras, a la derecha, podemos distinguir los restos de muros ciclópeos. Seguimos por la pista de piedras que se abre hacia delante. Recorridos unos metros vemos una senda que surge a la derecha y conduce hasta la pequeña iglesia de Agios Ioannis, desde la que se tiene una bonita perspectiva de la bahía, a nuestros pies. Si cogemos la pista que desciende desde aquí, llegaremos hasta la iglesia de Agia Tríada, pero el paseo será bastante corto.
Si continuamos por la pista de piedras, ignorando el desvío a la derecha a Agios Ioannis, llegaremos al monasterio de Agios Georgios to Vounioú (de la montaña), un poco más adelante. Se trata de un conjunto amurallado en estado casi de abandono. En su interior hay una iglesia con algunos frescos del s. XVIII, celdas en torno a un patio, cisternas y una cripta subterránea donde reposan los restos de Agios Harálambos. Un poco antes de llegar al monasterio, en la colina que queda a la izquierda, hay una tumba licia, usada en la guerra como almacén de armas.
A la izquierda del monasterio parte una pista que lleva a viejas tumbas y lugares fortificados en ruinas, hasta Sotiraki, una fortificación en el extremo más oriental de la isla, sin mucho interés.
Frente al monasterio de Agios Georgios se abre una pista ancha de tierra roja que resulta más interesante. Bordea zonas de huertas entre piedras y tierra roja. La pista gira y deja a la izquierda una granja. Por toda esta zona abundan las cisternas y las tumbas, aunque es preciso disponer de tiempo y un plano para poder encontrarlas. Pasamos al lado de otra granja (izquierda), continuando por la pista de tierra hasta llegar, unos 500 m después, a un camino de cemento. Aquí, otra pista sale a la izquierda y conduce, serpenteando, hasta la bahía de Navlakas. Si seguimos por la pista de cemento, ascendiendo por la colina y pasando cerca de varios búnkers militares, llegaremos hasta el monasterio de Agios Pandeleimonas, dejando a un lado el monte Vigla, frente a Paleókastro. Podemos tomar el camino que baja hacia la carretera al aeropuerto (el que nos ha conducido a la acrópolis) y de allí al pueblo. En total, desde que iniciamos el ascenso por las escaleras hasta que regresamos al pueblo, habrán pasado entre 90 y 120 minutos. |