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INTERIOR
Los pueblos del interior están fuera de las rutas turísticas, a no ser que linden con alguna atracción de primera magnitud (como Petaloudes o Filérimos) y son los que mejor nos permiten apreciar la genuina vida de los isleños griegos y sus costumbres. La mayor parte de las localidades se hallan en llanuras, enmarcadas por un paisaje de viñedos, olivos, frutales y bosque mediterráneo, y, en los entornos más secos, la roca desnuda, como el caso del monte Atáviros. Las carreteras cruzan hermosos bosques de pinos, cipreses, abetos, etc. que dan sombra y verdor.
Apenas existen unos pocos trayectos (en el caso de que los haya) en autobús a lo largo del día o de la semana. Lo ideal para conocer el interior de la isla es disponer de un vehículo propio y así poder administrar el tiempo a gusto de cada uno. Al no vivir del turismo, la infraestructura es mínima, aunque en los más grandes es posible encontrar algún hotel y en casi todos se alquilan habitaciones.
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PETALOUDES - EL VALLE DE LAS MARIPOSAS
El valle se halla inmerso en un bosque frondoso y sombreado, recorrido por un arroyo (el río Pekelanos) que forma, aquí y allá, estanques y pequeños saltos de agua. Un camino acotado por cercas de madera lo recorre en pendiente unos 2 km hasta llegar al final, donde hay un pequeño monasterio, Moni Kalópetra.
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Además del encanto del lugar, el atractivo principal es contemplar a las miles de mariposas que aquí se dan cita. La euplagia quadripunctaria (de 4 puntos) llega a este lugar atraída por la resina que emana de un árbol específico, el liquidambar orientalis, que desprende un aroma muy particular.
Hay que fijarse bien para distinguirlas sobre los troncos de los árboles a causa de su color oscuro. El espectáculo surge cuando alzan el vuelo, convertidas en una gran nube de color, pues cuando abren las alas muestran un precioso color anaranjado con betas oscuras.
Rigen unas estrictas normas en el lugar: no se puede hacer ruido (esto molesta y dificulta su reproducción) ni salir de la ruta trazada y, sobre todo, está terminantemente prohibido molestar a las mariposas. La transgresión de las normas conlleva una multa de 50 €. Desgraciadamente cada año son muchos los que se las saltan y por ello la población va disminuyendo, situándose en lugares más recónditos.
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EL RECORRIDO
El acceso al valle puede realizarse por dos lugares: partiendo desde Kalamonas (costa oeste), hay un primer aparcamiento donde se anuncia la entrada al parque; lo ideal es dejar el coche aquí y, bajando la cuesta, llegar a las taquillas. Un edificio alberga el curioso museo, que se visita con el mismo billete. Esta es la entrada principal. Hay lavabos públicos.
Si se continúa en coche por la carretera de Kalamonas a Psinthos, algo más adelante, encontraremos un segundo aparcamiento, aproximadamente a mitad del valle. En él, además hay un puesto de información. Siguiendo por la carretera, existe un tercer aparcamiento, pero este ya algo alejado.
Desde la entrada principal, el camino asciende a través del valle. Un poco más adelante, a la derecha, hay un bar para picar o beber algo, con bancos y mesas rústicas. Estanques, puentes y pequeñas cascadas hacen agradable el paseo.
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Hacia la mitad del recorrido (unos 30 minutos), donde se cruza la carretera, hay otro bar (lavabos) así como una tienda de souvenirs. Esta es la segunda entrada.
El camino continúa ascendiendo hasta llegar a la iglesia-monasterio de Kalópetra. Poco antes el trazado se bifurca: a la izquierda, conduce al final del trayecto, mientras que por la derecha se llega, cruzando la carretera (hay que tener especial cuidado porque hay poca visibilidad) al templo.
Moni Kalópetra fue construido en 1784 por el príncipe Alexandro Ipsilandis, desterrado en Rodas por los turcos. Una historia cuenta que la hija del príncipe, aquejada de tuberculosis, tomó aposento en el pequeño monasterio para curar su dolencia, quedando a cargo del criado Pekelanos. La muchacha acabó enamorándose de él, pero su padre rechazó la relación. El sirviente, embargado por la pena de no poder tener a su amada, decidió poner fin a su vida en este lugar, razón por la cual los lugareños denominaron Pekelanos al río.
Al lado de la iglesia hay un agradable merendero, donde sirven bebidas y se disfruta de una hermosa vista. Merece la pena probar el yogurt con miel.
Para información de horarios y precio, visitar www.ando.gr/upload/files/eot/OPEN.pdf
ARCHÍPOLI (ARJÍPOLI)
Población, 779 habitantes.
Pequeña localidad dedicada a la agricultura y ganadería, de espaldas al turismo, por lo cual conserva un alto grado de autenticidad.
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En el centro destaca la iglesia de Agios Dimitris con su particular campanario escalonado al lado de las tradicionales tabernas y kafeníon en un ambiente muy relajado. A algo más de 1 km, en la carretera hacia Kolymbia, está el monasterio de Agios Nektarios. Más que por la propia construcción, que es moderna (el santo murió en 1920) lo que realmente llama la atención es el espectacular paisaje que la rodea, bosque con pinos y plátanos. Un bar y unas mesas para merendar tientan al visitante.
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ELEOUSA (ELEUSA)
Población, 260 habitantes.
Eleousa es uno de los pueblos del interior de Rodas más curiosos e interesantes. Por su originalidad, con sus edificios italianos, por su entorno verde y frondoso, por los rincones plácidos que posee y por la inexcusable visita a la iglesia de Agios Nikólaos Foundoukli, a menos de 3 km.
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La vieja plaza italiana es el corazón del pueblo. Los restos del viejo sanatorio que se alzan en uno de sus lados reflejan el aspecto que poseía en su tiempo. En el interior se descubren chimeneas, arcos y balcones, algunos con restos de pintura. A su lado, un edificio oficial, también abandonado. En el otro lado de la plaza, subiendo unas escaleras, está la limpia iglesia parroquial, blanca y roja, con su amplio campanario.
Siguiendo hacia el oeste por un camino arbolado se halla la fuente italiana, un gran estanque circular con un surtidor en el centro y aguas verdes. Muy fotogénica.
El pueblo fue levantado durante la ocupación italiana, cuyas huellas son bien visibles.
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AGIOS NIKÓLAOS FOUNDOUKLI
A menos de 3 km al oeste de Eleousa, por una carretera local (bastante estrecha) que atraviesa el bosque, se encuentra la hermosa iglesia de Agios Nikólaos Foundoukli o San Nicolás de los Avellanos, por la creencia de que la zona estaba poblada de dichos árboles. Este pequeño templo bizantino, de aspecto arcaico, fue construido en el s. XV, siendo una de las iglesias más antiguas de la isla. Presenta una espadaña y, sobre una base cuadrada, un tambor de piedra con arcos que sostiene una cúpula. En su interior posee unos frescos bastante deteriorados, que lo cubren todo.
La plaza exterior que rodea la iglesia está enmarcada por árboles (olivos, nogales, higueras, etc) y dispone de una fuente con agua muy fresca, lavabos y varias mesas para merendar. Suele haber un paisano con productos de la tierra para vender. Merece la pena perder unas horas en este lugar.
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SÁLAKOS
Población, 607 habitantes.
Pueblo pequeño que cuenta con una plaza con una bonita fuente y un edificio de estilo italiano, sede de la policía, atravesado por la carretera. Sirve de contrapunto a la playa, pues, si le gusta la montaña, desde aquí hay un magnífico paseo hasta la cumbre del Profiti Ilías (780 m), con algunas sorpresas por el camino. (Ver recuadro en la columna)
El pueblo se halla a los pies de la montaña, en su vertiente norte, a unos 290 m de altura. La iglesia de Kímissis Theotokou, del s. XIV, se halla algo alejada del centro.
El lugar está lleno de manantiales, no en vano esta es la zona más verde de la isla. El manantial conocido como Ninfa (Nymphi) se viene explotando comercialmente desde 1990 y suministra el agua a toda Rodas. Esta fuente, situada al sureste del pueblo, está cerca de la cueva Makarouna, donde entre el 24 de diciembre y el 6 de enero de cada año se representa el nacimiento de Cristo, celebración a la que acude gran cantidad de gente de toda la isla.
Más información del pueblo en www.salakos.gr
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ÉMBONAS
Población, 1.451 habitantes.
Situado a los pies del gigante Atáviros y a 850 m de altitud, Émbonas es el pueblo más alto de Rodas y merece una parada y visita.
Es una localidad de cierto tamaño, ordenada y de arquitectura tradicional que ofrece originalidad. La parte antigua, llamada Pano Horió (pueblo de arriba) mantiene las costumbres y muestra escenas que todos esperamos encontrar en un pueblo griego, con casas blancas y calles estrechas engalanadas con plantas y flores y no es extraño tropezar con algún lugareño vistiendo el traje tradicional. La cercana iglesia de la Asunción de la Virgen María posee un icono tallado muy reverenciado por los locales.
Pero lo que más fama ha dado y da al pueblo es su apreciado vino. Al aproximarse por la carretera, ya desde muchos kilómetros atrás, uno percibe la gran cantidad de viñedos que se suceden. Gracias a un conjunto de factores conjugados en esta tierra, la altitud, el clima y el tipo de suelo, unido al trabajo del hombre, se dan lugar algunos de los mejores vinos de Grecia. Como consecuencia de todo ello hay bastantes restaurantes y tabernas donde ofrecen sus productos, aunque para catarlos es mejor dirigirse a la propia factoría que los elabora.
Émbonas también dispone de una artesanía variada, como bordados, alfombras y otros tejidos coloridos.
No lejos de la iglesia está el Museo del Folclore donde los locales van añadiendo objetos y configurando el mismo, en el que se pueden ver desde herramientas y útiles agrícolas hasta diversos tejidos domésticos.
Una de las peculiaridades que ofrece Émbonas (y que tanto estiman los tour organizados) es el denominado “espectáculo griego”, donde, además de probar los sabrosos caldos y la comida local, hay danzas y bailes tradicionales en las que se invita a participar al visitante.
Desde Émbonas es posible llegar, no sin dificultad, hasta el monte Atáviros y visitar, en la cumbre, los restos del templo de Zeus Atáviro.
En los alrededores del pueblo hay un bosque de cipreses que por su singularidad ha sido declarado Monumento Natural.
MONÍ THARI
Este hermoso monasterio bizantino, a unos 4 km al suroeste de Láerma, es uno de los más importantes de la isla. Rodeado de bosque (en gran parte calcinado) y adornado con el colorido de flores y plantas, tiene su origen en diversas leyendas. Una dice que se debe a una noble dama que fue curada de una enfermedad mortal por el arcángel Miguel (Arhángelos Mihail); otra sugiere que lo mandó construir una pareja cuya hija se salvó de una grave dolencia gracias a las aguas y propiedades del lugar; una tercera establece que el propio arcángel se le apareció en sueños a una princesa de época bizantina y le ayudó a superar su mal. Y probablemente haya más versiones. Sea como fuere, este es un lugar sumamente plácido, cuya construcción se remonta al s. XIII, aunque los materiales utilizados pertenecen a otros templos anteriores. Los más antiguos datan del s. IX y yacen desperdigados por el suelo, mientras que los muros norte y sur son del s. XII. La iglesia también atesora interesantes frescos de diferentes épocas (se han descubierto hasta 4 capas de pinturas), del s. XII al s. XVII, sobre la nave, la cúpula y el ábside. El altar, de 1756, está tallado y cubierto de oro. El icono del arcángel es de mediados del s. XIX.
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El área posee bancos y mesas para comer en un entorno muy tranquilo.
El monasterio es muy reverenciado y la norma sobre la vestimenta es muy estricta: los hombres no deben vestir pantalón corto y las mujeres no deben mostrar hombros ni piernas por encima de las rodillas. Para todos ellos se reparten en la entrada chales y pantalones de tela fina.
El monasterio celebra sus fiestas los días 21 y 22 de mayo (Agios Konstantinos y Eleni) y 8 de noviembre (día del arcángel), momentos en los que se encuentra repleto.
Para llegar hay que tomar desde Láerma una carretera local, estrecha y con muchas curvas, bien señalizada. El monasterio recibe muchas visitas organizadas que ponen en movimiento a sus escasos siete monjes que lo habitan.
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KRITINÍA
Población, 606 habitantes.
A partir de Skala Kámiros hacia el sur, la carretera asciende entre bosques y vistas espectaculares, tanto de la costa, con la isla de Halki e islotes cercanos, como del monte Atáviros (1.215 m, el más alto de Rodas) a su espalda. Kritinía se halla en las faldas verdes de este coloso, propiciando una bellísima estampa conforme uno se aproxima
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Kritinía es un pueblo tradicional de montaña, situado a unos 5 km de Skala Kámiros, cuya escasa población vive de la plantación de olivos, viñedos y vegetales, así como del reducido turismo que se acerca a conocerlo.
Llamado Castellos en el pasado (por el castillo que lo defiende en la costa) debe su actual nombre, adoptado tras la liberación del Dodecaneso en el s. XX, a sus primeros moradores, procedentes de Creta (Kriti), y la leyenda que los acompaña. Cuenta que Altámenes, nieto de Minos y príncipe cretense, decidió exiliarse en Rodas escapando del destino predecido por el oráculo, según el cual iba a matar a su padre, Catreas. De esta forma, llegó a la isla y fundó el primer asentamiento. Sin embargo, su padre marchó a Rodas en su busca y, aquél, pensando que era un invasor que le atacaba, le dio muerte, haciendo realidad el oráculo. Desolado por lo ocurrido, levantó en la cima del Atáviros un templo dedicado a Zeus Attáviro.
La pintoresca plaza está en la parte baja del pueblo, dominada por un gran árbol y flanqueada por las tradicionales tabernas y kafeníon. La iglesia de Agios Ioannis, del s. XII, presenta unos interesantes frescos, realizados en los s. XV y XVI.
A la entrada del pueblo (norte) se halla el pequeño Museo del Folklore que, si se tiene tiempo, merece una visita. En él se exponen útiles de labranza, herramientas y artículos de la vida cotidiana local.
QUÉ VER
MUSEO DEL FOLCLORE: Abre de 10 a 18 h de martes a domingo. El lunes está cerrado. Es gratuito.
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VISITA AL CASTILLO DE KRITINÍA
Ascendiendo por la carretera, a unos 2,5 km desde Skala Kámiros, antes de llegar a Kritinía, hay un desvío a la derecha que indica la subida al castillo por un estrecho camino.
El dato más antiguo que se tiene de la fortaleza es del año 1480, cuando se hallaba en manos de los Caballeros; era una de las atalayas desde las que se vigilaba la costa ante los ataques de los piratas. Fue realizado combinando los estilos bizantino y medieval, propio de la orden.
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Apenas muestra la parte inferior de la estructura, con dos torres y el muro que las une y unas gastadas escaleras que conducen a la parte más elevada, donde se encuentran los restos de otro muro. En su interior puede verse el ábside de la iglesia católica de San Pablo.
Desde el castillo, a unos 130 m de altura, se disfruta de unas vistas espléndidas de la costa y de las islas. Desde el mar la visión del castillo también es excepcional. La entrada es libre.
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SIANA
Población, 244 habitantes.
A unos 15 km al sur de Kritinía se halla el plácido pueblo de Siana. La carretera que los une es una delicia, atraviesa bosques de pinos que bordean el monte Atáviros, dando sombra y verdor, hasta llegar a las faldas del Akramitis (825 m), el segundo más alto de Rodas.
Es otro típico y tradicional pueblo de montaña, construido en la ladera noreste del Akramitis y famoso, sobre todo, por los excelentes productos de la tierra: vino, aceite, miel, yogurt y un licor fuerte denominado suma.
La animada plaza de la localidad se halla dominada por la hermosa y pulcra iglesia de Agios Pantaleimón, como sacada de una postal. Tiendas y tabernas la flanquean, ofreciendo al visitante su producción local e instándole a probarla. Ojo con los chupitos de suma, que entran bien pero su efecto se hace notar después.
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EPTÁ PIGÉS (EPTÁ PIYÉS)
El parque de Eptá Pigés es una de las metas para los amantes de la naturaleza y para aquellos que desean escapar del sofocante calor de la playa y refugiarse en las sombras de este verde paraje.
El nombre deriva de las 7 fuentes (eptá significa siete) o manantiales que alimentan el lago y dan pie a las cascadas. Esta pequeña laguna artificial fue creada por los italianos para poder irrigar la llanura de Kolymbia. De las fuentes surgen pequeños arroyos cuyas aguas serpentean entre las piedras, aunque en verano suelen estar bastante secos.
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Este bosque de pinos y plátanos contiene una reserva de flora y fauna de interés en toda la isla. Entre las flores, lo más destacable son las orquídeas silvestres y su diversidad. Llaman la atención por sus formas y colores la genus ophrys y genus orchis, que parecen abejas; también el género orchis papilionacea, como una mariposa rosácea. Otras que se pueden hallar son la regis-ferdinandii (del rey Fernando) y la limodorum abortivum.
Entre los animales que pueblan el parque, los que más se ven y se escuchan son los pavos reales, aunque también hay ánades, tortugas e infinidad de aves. Destaca un pez endémico llamado guizani.
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PASEO POR EPTÁ PIGÉS
Lo ideal es dejar el coche en el aparcamiento de la entrada y caminar, adentrándose en el bosque a través de los múltiples senderos que lo cruzan.
Algo más adelante del restaurante y los lavabos encontramos la entrada al túnel que atraviesa el bosque hacia el noreste. No es apto para claustrofóbicos. Se extiende a lo largo de 186 m hasta llegar al lago artificial. A pesar de que suele estar húmedo y resbaladizo son bastantes las personas que se adentran en él.
A quienes no les resulte sugerente la travesía por las profundidades, hay un camino que asciende y serpentea a través de la superficie arbolada, llegando al mismo punto. Una vez en el lago, se puede tomar el camino de la izquierda (hacia el norte) a lo largo del pantano hasta llegar al dique.
Otra caminata se dirige, desde la entrada del túnel, hacia el suroeste, por una senda paralela al río. Por el camino se hallan los restos de algunos antiguos molinos de agua. El camino finaliza cerca de la carretera de acceso a Eptá Pigés, 2 km después.
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